La noticia del fallecimiento Leocadio Machado, me llegó tan lamentablemente tarde que ya no fue momento para publicar mi recuerdo, mi homenaje a este gran hombre de la Radio española.
No fuimos familia, que más hubiera querido yo. Nuestro común apellido es pura coincidencia, pero no así nuestra pasión por la Radio, la vida al aire libre, el mar, los amigos...
No fuimos familia, que más hubiera querido yo. Nuestro común apellido es pura coincidencia, pero no así nuestra pasión por la Radio, la vida al aire libre, el mar, los amigos...
Leocadio, el “maestro” como le llamábamos en Prado del Rey, descubrió y apoyó a buenos profesionales del medio. Se hacía respetar, no por su cargo, sino por su personalidad desbordante. Allí donde se encontraba era centro de atención. Poseía un humor muy personal y contaba interesantes anécdotas con un peculiar acento canario que nunca perdió.
Su paisano Fernando Delgado escribió en el Obituario del El País: “Tenía tan buen ojo como generosidad para reconocer a lo lejos la capacidad de los buenos profesionales, para descubrir voces, para detectar talento en los guiones”.
Leocadio, antes de director de programas de RNE, había dirigido Radio Juventud de España, emisora en la que yo me inicié años más tarde por lo que no coincidí con él en aquella emblemática Radio-Escuela por la que pasaron los hombres y mujeres más importantes de la Radio española. Allí manifestó su desbordante creatividad radiofónica y periodística, creando programas que hoy son clásicos en la historia de la Radio española, dignos de estudio en la Facultades de las Ciencias de la Información, como esos otros programas que creó en RNE, entre ellos la inolvidable “María”, recreación de la vida de una mujer desde su nacimiento hasta su muerte sin utilizas la voz, solo con sonidos. Y aquél “La Radio estaba allí” en el que un reportero narraba “in situ” momentos claves de la historia del mundo como el incendio de Roma o la Batalla de Lepanto.
Leocadio también volcó en varios libros sus valiosos conocimientos sobre el vino, especialmente los de Madrid y Canarias. Tocaba piano y amaba con pasión la música de su tierra.
El “maestro” hacía honor a su apodo porque no solo se distinguió en el radiofonismo y en el periodismo sino también en otras muchas manifestaciones de la cultura. Por eso recibió tantos premios prestigiosos de la profesión, de la literatura y del teatro.
Mi último encuentro con él fue en una de las reuniones de antiguos componentes de Radio Juventud a la que acudió expresamente desde Alicante, donde ya jubilado escribía hermosas crónicas canarias para el periódico Diario de Avisos de Tenerife.
Leocadio, madrileño de adopción desde los veinte años, nunca abandonó su sentimiento lagunero como nunca se separó de su querido Cristo de La Laguna.
Ha pasado un año de su muerte, pero Leocadio, con el que sentí tanta afinidad, sigue vivo en mi recuerdo, en mis sentimientos, pues le sigo recordando con enorme afecto y admiración.
Pepe Machado